SAN ALEJO CONTRA EL MAL DE OJO |
¡Oh gloria de la nobleza romana y verdadero amador de la
pobreza e ignominia de Cristo!
¡Oh Alejo bendito! que en la flor de tu juventud,
por obedecer a la
inspiración del Señor, dejaste a tu esposa y saliste como otro Abraham de la
casa de tus padres,
y habiendo repartido lo que llevabas con los pobres,
viviste como pobre y mendigo tantos años desconocido y
menospreciado entre los hombres.
Tú fuiste muy regalado y favorecido de la Virgen María
nuestra Reina y señora, y huyendo de las alabanzas de los hombres,
volviste por instinto
de Dios a la casa de tus padres que por su voluntad habías dejado, para darnos
ejemplo de humildad,
de paciencia, de sufrimiento y constancia,
y para triunfar de tí y del mundo con un género de victoria
tan nuevo y tan glorioso.
Pues, ¡oh santo bienaventurado! rico y pobre, noble y
humilde,
casado y puro,
llorado de tus padres, denostado de tus criados,
desestimado de los hombres y honrado de los ángeles, abatido
en el suelo y sublimado en el cielo,
yo te suplico, Alejo dulcísimo,
que por tus merecimientos y oraciones yo alcance del Señor
la virtud de la perfecta castidad,
de obediencia, de menosprecio de todas las cosas
transitorias,
y gracia para vivir
como hombre peregrino de su patria,
y desconocido y muerto al mundo.
Amén.