Ante ti, oh cruz, aprendo lo que el mundo me esconde: que la
vida, sin sacrificio, no tiene valor y que la sabiduría, sin tu ciencia, es
incompleta Eres, oh cruz, un libro en el que siempre se encuentra una sólida
respuesta. Eres fortaleza que invita a seguir adelante a sacar pecho ante
situaciones inciertas y a ofrecer, el hombro y el rostro, por una humanidad
mendiga y necesitada de amor. Ahí te vemos, oh Cristo, abierto en tu costado y
derramando, hasta el último instante, sangre de tu sangre hasta la última gota
para que nunca a este mundo que vivimos nos falte una transfusión de tu gracia
un hálito de tu ternura de tu presencia una palabra que nos incite a levantar
nuestra cabeza hacia lo alto. En ti, oh cruz, contemplamos la humildad en
extremo la obediencia y el silencio confiado la fortaleza y la paciencia del
Siervo doliente la comprensión de Aquel que es incomprendido el perdón de Aquel
que es ajusticiado. En ti, oh cruz, el misterio es iluminado aunque, en ti,
Jesús siga siendo un misterio.
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