Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí?
Espera a Dios, porque aún le he alabar. ¡Él es la salvación de mi ser!” (Salmo
42, 3)
Señor Jesús, tú conoces mi tristeza que ahoga mi corazón y
sabes el origen de ella.
Hoy me presento ante ti y te pido, Señor, que me ayudes,
pues ya no puedo seguir así.
Sé que tú me llamas a vivir en paz, con serenidad, gozo y
alegría, incluso en medio de las dificultades cotidianas.
Por eso hoy te pido que pongas tus benditas manos en las
llagas de mi psiquis que me hacen tan sensible a los problemas y me liberes de
la tendencia a la tristeza y a la melancolía que anida en mí.
Hoy te pido que tu gracia vaya restaurando mi historia, a
fin de no vivir esclavizado por el recuerdo amargo de los acontecimientos
dolorosos del pasado.
Como ellos han pasado, ya no existen, te entrego lo que pasé
y lo que pasaron las personas amadas; lo vivido y lo sufrido por nosotros.
Quiero perdonarme y perdonar, a fin de que tu gozo comience
a fluir en mí.
Te entrego las tristezas unidas a las preocupaciones o a los
temores del mañana.
Ese mañana tampoco ha llegado, por lo tanto sólo existe en
mi imaginación. Sólo hoy debo vivir y sólo hoy debo caminar en tu alegría.
Aumenta mi confianza en ti, para que aumente en mi alma el
regocijo. Tú eres Dios y Señor de la historia y de la vida, de nuestras vidas.
Por eso toma mi existencia y la de las personas amadas, con
todos nuestros quebrantos, con todas nuestras necesidades y que con la ayuda de
tu poderoso amor se desarrolle en nosotros la virtud de la alegría. Amén”.
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