Inmaculada Madre de Dios, Reina de los cielos, Madre de
misericordia, abogada y refugio de los pecadores: he aquí que yo, iluminado y
movido por las gracias que vuestra maternal benevolencia abundantemente me ha
obtenido del Tesoro Divino, propongo poner mi corazón ahora y siempre en
vuestras manos para que sea consagrado a Jesús.
A Vos, oh Virgen santísima, lo entrego, en presencia de los
nueve coros de los ángeles y de todos los santos; Vos, en mi nombre,
consagradlo a Jesús; y por la filial confianza que os tengo, estoy seguro de
que haréis ahora y siempre que mi corazón sea enteramente de Jesús, imitando
perfectamente a los santos, especialmente a San José, vuestro purísimo esposo.
Amén.
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