SAGRADO CORAZON DE JESUS |
Oh Divino Jesús que dijiste: «Pedid y recibiréis; buscad y
encontraréis; llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que
busca encuentra, y a quien llama se le abre». Mírame postrado a tus plantas
suplicándote me concedas una audiencia.
Tus palabras me infunden confianza, sobre todo ahora que
necesito que me hagas un favor:
(Se ora en silencio pidiendo el favor)
¿A quién he de pedir, sino a Ti, cuyo Corazón es un
manantial inagotable de todas las gracias y dones?
¿Dónde he de buscar sino en el tesoro de tu corazón, que
contiene todas las riquezas de la clemencia y generosidad divinas? ¿A dónde he
de llamar sino a la puerta de ese Corazón Sagrado, a través del cual Dios viene
a nosotros, y por medio del cual vamos a Dios?
A Ti acudimos, oh Corazón de Jesús,
porque en Ti encontramos consuelo, cuando afligidos y
perseguidos pedimos protección;
cuando abrumados por el peso de nuestra cruz,
buscamos ayuda; cuando la angustia,
la enfermedad, la pobreza o el fracaso nos impulsan a buscar
una fuerza superior a las fuerzas humanas.
Creo firmemente que puedes concederme la gracia que imploro,
porque tu Misericordia no tiene límites y confío en que tu Corazón compasivo
encontrará en mis miserias, en mis tribulaciones y en mis angustias, un motivo
más para oír mi petición.
Quiero que mi corazón esté lleno de la confianza con que oró
el centurión romano en favor de su criado; de la confianza con que oraron las
hermanas de Lázaro, los leprosos, los ciegos, los paralíticos que se acercaban
a Ti porque sabían que tus oídos y tu Corazón estaban siempre abiertos para oír
y remediar sus males.
Sin embargo... dejo en tus manos mi petición, sabiendo que
Tú sabes las cosas mejor que yo; y que,
si no me concedes esta gracia que te pido, sí me darás en
cambio otra que mucho necesita mi alma; y me concederás mirar las cosas,
mi situación, mis problemas, mi vida entera, desde otro
ángulo, con más espíritu de fe.
Cualquiera que sea tu decisión, nunca dejaré de amarte,
adorarte y servirte, oh buen Jesús.
Acepta este acto mío de perfecta adoración
y sumisión a lo que decrete tu Corazón misericordioso. Amén.
Padre Nuestro,
Ave María, Gloria al Padre.